viernes, 27 de marzo de 2015

Al sur de la frontera, al oeste del sol - Haruki Murakami

Ella estaba en el sofá, sentada sobre ambas piernas. Con un codo apoyado en el respaldo, escuchaba la música con los ojos perdidos en la lejanía. 
—Oye, ¿crees que es verdad lo que dicen? —me preguntó—. ¿Que los padres que sólo tienen un hijo no se llevan bien? 
Reflexioné un instante. Pero no logré establecer la relación causa—efecto. 
— ¿De dónde has sacado tú eso? 
—Me lo dijo alguien. Hace mucho tiempo. Que los padres que no se llevan bien sólo tienen un hijo. Al oírlo, me puse muy triste. 
—Umm. 
—¿Tu madre y tu padre se llevan bien? 
No pude responder enseguida. Jamás se me había ocurrido planteármelo. —En el caso de mi familia es que mi madre no era muy fuerte —le expliqué—. No lo sé muy bien, pero me parece que dar a luz a otro hijo era una carga excesiva para su cuerpo y por eso ya no pudo tener más.
—¿Te has preguntado alguna vez cómo sería si tuvieras hermanos? 
—No. 
—¿Y por qué? ¿Por qué no? 
Tomé la funda del disco de encima de la mesa y la miré. Pero estaba demasiado oscuro para poder leer lo que ponía. Volví a dejarla sobre la mesa y me froté varias veces los ojos con la muñeca. Mi madre, en cierta ocasión, me había preguntado lo mismo. Y mi respuesta ni la alegró ni la entristeció. Se limitó a poner cara de extrañeza. Sin embargo, al menos para mí, la respuesta no podía haber sido más honesta y sincera. 
Fue una respuesta larga. No había sabido expresarme con mayor precisión. Pero lo que había pretendido decirle era: «El yo que está ahora aquí ha crecido sin hermanos. Si hubiera tenido alguno, sería distinto a como es ahora, así que preguntar al yo que ahora está aquí qué le parecería haber tenido hermanos es antinatural»

...
—Sí —dijo Shimamoto—. En este mundo hay cosas que son recuperables y otras que no. Y el paso del tiempo es algo definitivo. Una vez has llegado hasta aquí, ya no puedes retroceder. ¿No crees? —Asentí—. A mí me parece que con el paso del tiempo hay cosas que se solidifican. Como el cemento dentro de un cubo. Y entonces ya no se puede retroceder. Lo que quieres decir es que el cemento que tú eres ya ha fraguado del todo y que no es posible ningún otro tú que el de ahora, ¿no es así? 
—Sí, eso debe de ser —respondí con aire dubitativo. 
Shimamoto se quedó abstraída contemplándose las manos.

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