El acuerdo tácito sobre la amistad erótica presuponía que Tomás dejaba el
amor fuera de su vida. En cuanto incumpliese esta condición, sus demás amantes se encontrarían en
una posición secundaria y se rebelarían.
Por eso buscó para Teresa un piso de alquiler al que ella tuvo que llevar
su pesada maleta. Quería velar por ella, defenderla, disfrutar de su presencia, pero no
sentía necesidad de cambiar su estilo de vida. Por eso no quería que se
supiera que Teresa dormía en su casa. Dormir juntos era, en realidad, el corpus
delicti del amor.
Nunca dormía con las demás amantes. Cuando iba a verlas a sus casas, la cuestión era
sencilla, podía irse cuando quería. Peor era cuando ellas estaban en casa de él
y había que explicarles que a medianoche debía llevarlas a sus casas porque
tenía problemas de insomnio y era incapaz de dormir en la inmediata proximidad
de otra persona. Aquello no estaba muy lejos de la verdad, pero la causa principal
era peor y no se atrevía a contársela: en el mismo momento en que terminaba el acto
amoroso sentía un deseo insuperable de quedarse solo; despertarse en medio de
la noche junto a una persona extraña le desagradaba; levantarse por la mañana
junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas de que nadie oyese cómo
se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la intimidad del desayuno parados
no le atraía.
Por eso se sorprendió tanto cuando se despertó y Teresa cogía con fuerza su
mano. La miraba y no podía entender qué había pasado. Se acordaba de las horas
que acababan de pasar y le parecía que de ellas se desprendía el perfume de
quién sabe qué felicidad desconocida.
Desde entonces los dos disfrutaban durmiendo juntos. Diría casi que el
objetivo del acto amoroso no era para ellos el placer sino el sueño que venía
después de aquél.
Ella, en particular, no podía dormir sin él. Cuando alguna vez se quedaba sola
en su piso alquilado (que iba convirtiéndose cada vez más en una simple
tapadera), no podía conciliar el sueño en toda la noche. En sus brazos se dormía
por más excitada que estuviera. Él le susurraba al oído historias que inventaba
para ella, cosas sin sentido, palabras que repetía monótonamente, consoladoras
o chistosas. Aquellas palabras se convertían en visiones confusas que la
transportaban hasta el primer sueño. Tenía el sueño de ella totalmente en su
poder y ella se dormía en el instante que él elegía.
Cuando dormían, se aferraba a él como la primera noche: se cogía con fuerza
de su muñeca, de su dedo, de su tobillo. Si quería alejarse sin despertarla,
debía utilizar algún truco. Liberaba el dedo (la muñeca, el tobillo) de su
encierro, lo cual siempre la despertaba a medias, porque ni aun dormida dejaba
de vigilar atentamente lo que él hacía. Se calmaba cuando en lugar de su muñeca
ponía en su mano algún objeto (un pijama retorcido, un zapato, un libro) que
ella luego apretaba firmemente como si fuera parte del cuerpo de él.
Una vez, mientras la adormecía y ella no había pasado aún de la primera
antesala del sueño, de modo que todavía era capaz de responder a sus preguntas,
le dijo: «Bueno. Yo ahora me voy». « ¿Adonde?», le preguntó. «Me voy», dijo con
voz severa. « ¡Voy contigo!», dijo y se incorporó. «No, no puedes. Me voy para
siempre», dijo y salió de la habitación al vestíbulo. Ella se levantó y con los
ojos entrecerrados fue tras él. No llevaba más que un camisón corto, sin nada
debajo. Su cara permanecía impasible, inexpresiva, pero sus movimientos eran
enérgicos. El salió del vestíbulo al pasillo (el pasillo común del edificio) y
cerró la puerta. Ella la abrió bruscamente y fue tras él, convencida en su
sueño de que quería irse para siempre y de que debía detenerlo. El bajó las
escaleras hasta el primer descansillo y allí la esperó. Ella llegó hasta él, lo
cogió de la mano y se lo llevó de regreso a la cama.
Tomás se decía: hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos
pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta
en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una
cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien
(este deseo se produce en relación con una única mujer).
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