– ¿Sabes, Ôshima? ¿Te has puesto triste alguna vez pensando en él cuándo estas solo?
– Pues claro – dice Ôshima–. A menudo. Especialmente en la estación en que la luna aparece azulada. O en la estación en que los pájaros emigran hacia el sur. O…
– ¿Y por qué dices claro? –pregunto.
– Porque, cuando nos enamoramos, todos buscamos en la persona amada una parte de nosotros que nos falta. Por eso, al pensar en esa persona, siempre nos ponemos en mayor o menor medida tristes. Nos sentimos como si volviéramos a pisar una habitación añorada que habíamos perdido hace muchísimo tiempo. Es natural. Esa sensación no la has descubierto tú. Así que mejor que no intentes patentarla.
Haruki Murakami
-Kafka en la orilla
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