Con ansia y amargura, he intentado cosechar los frutos del cielo y no he podido. Se elevaban hacia no se qué otro cielo cuando les tendía mis manos golosas de su abundancia.
Las ramas de las bóvedas se comban sobre las esperanzas de nuestras plegarias; cuando éstas callan, aquellas pierden sus frutos. Tampoco brotan flores en el cielo ni las vides dan fruto.
Dios, como notiene nada que guardar en su casa, de aburrimiento y enojo, deja yermos los jardines del hombre.
No, no; no es la visión de los astros lo que me deslumbrara. Bastante luz he perdido mendigando a las alturas. Harto de toda laya de cielos, he dejado mi alma a merced de los ornamentos del mundo
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