Y no importa donde vaya, siempre será lo mismo, mi pensamiento tiende a ti, no hay día que no sea así, te pienso, te extraño, me dueles... Tanto tiempo ha pasado y ya nada queda entre los dos más que un lapso breve donde existimos los dos.
No me piensas, ya encontraste quien te complementara, quien fuera eso que buscabas, como hubiera deseado ser una persona más completa para ti, pero no me fue posible, el abismo de la tristeza que me consumía aún cuando estabas tu es inmenso.
Eres la única personas con la que he hecho enteramente conexión, por la que me estaba esforzando tanto, las respuestas estaban ahí, ahora no hay nada, todo esta perdido, inmensamente absorto en mi dolor todo esta nublado. No hay nadie como tu y no quiero a nadie más conmigo, tu recuerdo y la añoranza siempre estarán presentes, no hay escapatorias, eres el amor de mi vida, la única, la eterna.
El acuerdo tácito sobre la amistad erótica presuponía que Tomás dejaba el
amor fuera de su vida. En cuanto incumpliese esta condición, sus demás amantes se encontrarían en
una posición secundaria y se rebelarían.
Por eso buscó para Teresa un piso de alquiler al que ella tuvo que llevar
su pesada maleta. Quería velar por ella, defenderla, disfrutar de su presencia, pero no
sentía necesidad de cambiar su estilo de vida. Por eso no quería que se
supiera que Teresa dormía en su casa. Dormir juntos era, en realidad, el corpus
delicti del amor.
Nunca dormía con las demás amantes. Cuando iba a verlas a sus casas, la cuestión era
sencilla, podía irse cuando quería. Peor era cuando ellas estaban en casa de él
y había que explicarles que a medianoche debía llevarlas a sus casas porque
tenía problemas de insomnio y era incapaz de dormir en la inmediata proximidad
de otra persona. Aquello no estaba muy lejos de la verdad, pero la causa principal
era peor y no se atrevía a contársela: en el mismo momento en que terminaba el acto
amoroso sentía un deseo insuperable de quedarse solo; despertarse en medio de
la noche junto a una persona extraña le desagradaba; levantarse por la mañana
junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas de que nadie oyese cómo
se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la intimidad del desayuno parados
no le atraía.
Por eso se sorprendió tanto cuando se despertó y Teresa cogía con fuerza su
mano. La miraba y no podía entender qué había pasado. Se acordaba de las horas
que acababan de pasar y le parecía que de ellas se desprendía el perfume de
quién sabe qué felicidad desconocida.
Desde entonces los dos disfrutaban durmiendo juntos. Diría casi que el
objetivo del acto amoroso no era para ellos el placer sino el sueño que venía
después de aquél.
Ella, en particular, no podía dormir sin él. Cuando alguna vez se quedaba sola
en su piso alquilado (que iba convirtiéndose cada vez más en una simple
tapadera), no podía conciliar el sueño en toda la noche. En sus brazos se dormía
por más excitada que estuviera. Él le susurraba al oído historias que inventaba
para ella, cosas sin sentido, palabras que repetía monótonamente, consoladoras
o chistosas. Aquellas palabras se convertían en visiones confusas que la
transportaban hasta el primer sueño. Tenía el sueño de ella totalmente en su
poder y ella se dormía en el instante que él elegía.
Cuando dormían, se aferraba a él como la primera noche: se cogía con fuerza
de su muñeca, de su dedo, de su tobillo. Si quería alejarse sin despertarla,
debía utilizar algún truco. Liberaba el dedo (la muñeca, el tobillo) de su
encierro, lo cual siempre la despertaba a medias, porque ni aun dormida dejaba
de vigilar atentamente lo que él hacía. Se calmaba cuando en lugar de su muñeca
ponía en su mano algún objeto (un pijama retorcido, un zapato, un libro) que
ella luego apretaba firmemente como si fuera parte del cuerpo de él.
Una vez, mientras la adormecía y ella no había pasado aún de la primera
antesala del sueño, de modo que todavía era capaz de responder a sus preguntas,
le dijo: «Bueno. Yo ahora me voy». « ¿Adonde?», le preguntó. «Me voy», dijo con
voz severa. « ¡Voy contigo!», dijo y se incorporó. «No, no puedes. Me voy para
siempre», dijo y salió de la habitación al vestíbulo. Ella se levantó y con los
ojos entrecerrados fue tras él. No llevaba más que un camisón corto, sin nada
debajo. Su cara permanecía impasible, inexpresiva, pero sus movimientos eran
enérgicos. El salió del vestíbulo al pasillo (el pasillo común del edificio) y
cerró la puerta. Ella la abrió bruscamente y fue tras él, convencida en su
sueño de que quería irse para siempre y de que debía detenerlo. El bajó las
escaleras hasta el primer descansillo y allí la esperó. Ella llegó hasta él, lo
cogió de la mano y se lo llevó de regreso a la cama.
Tomás se decía: hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos
pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta
en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una
cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien
(este deseo se produce en relación con una única mujer).
Hace ya poco más de un año que todo acabó, tanto he perdido, ya no salgo a conocer nuevos lugares, he dejado de cocinar, detestó cada día más estar rodeado de personas, la vida se ha vuelto tan insoportable, esta tristeza anegada crece y crece, alimenta mis ideas.
Para mi el hecho de alejarme fue lo que mejor pude hacer, ya sabía yo cuanto perdía pero era mejor así, encontré lo que buscaba, pero no estaba decidido que fuera para mi, que tristeza al final entenderlo, es mejor así, no estorbo en su vida y ella es feliz, al menos lo ultil que cocine, fue para ella...
Hoy me he levantado y ya perdí la cuenta, Si te fuiste hace un rato o ya son mil años que, No vives aquí, Con las telarañas de cada rincón, De esta desolada y triste habitación será, Que tengo que limpiar, Cada recuerdo tuyo, Tus huellas que en mi piel, Aún se dejan ver, Tu nombre que no sé olvidar, Perdóname, Entiéndeme, Si pienso en ti otra vez, No fuiste tú quien se marchó, Que va fui yo, Fui yo que no te supe retener, No fuiste tú quien dijo no, Y te pienso sin querer, Hoy me he levantado y ya perdí la cuenta, Cuánto puse de mi parte o en qué parte de este cuento fue, Que yo te perdí, Y me doy la vuelta imaginándome, Que en cualquier momento vas aparecer, Será, Que yo tengo que olvidar, A ver lo que hay que hacer, Si aún te puedo ver, Si aún te puedo oler, Si aún me lates en la sien, Perdóname, Entiéndeme, Si pienso en ti otra vez, No fuiste tú quien se marchó, Que va fui yo, Fui yo que no te supe retener, Perdóname, Entiéndeme, Me preguntaba qué, Qué había de mi antes de ti, No sé, Yo creo que empecé a vivir después de que te conocí, Perdóname, Entiéndeme, Si pienso en ti otra vez, No fuiste tú quien se marchó, Que va fui yo, Fui yo que no te supe retener, Perdóname, Entiéndeme, Y te pienso sin querer, Y te pienso sin querer.
Pero
luego, un día, en un descanso entre dos operaciones, la enfermera le avisó que
le llamaban al teléfono. En el auricular oyó la voz de. Teresa. Le llamaba
desde la estación. Se alegró. Era una lástima que para esa misma noche ya
hubiera quedado en ir a visitar a unos amigos, de modo que la invitó a venir a
su casa al día siguiente. En cuanto colgó se arrepintió de no haberle dicho que
viniera en seguida. ¡Si aún tenía tiempo de aplazar la visita! Se puso a pensar
en qué podría hacer Teresa en Praga teniendo que esperar nada menos que treinta
y seis horas hasta verlo, y le dieron ganas de coger el coche e ir a buscarla
por las calles de la ciudad.
Llegó al
día siguiente al anochecer, llevaba un bolso colgado del hombro con una correa
larga y le pareció más elegante que la otra vez. Tenía en la mano un libro
grueso. Era Ana Karenina de Tolstoi. Su comportamiento era alegre, incluso un
tanto ruidoso, y trataba de que pareciera que había ido a verle por casualidad,
gracias a una feliz coincidencia: estaba en Praga por motivos de trabajo o quizá
(sus explicaciones eran muy confusas) para ver si encontraba un trabajo.
Estaban
acostados, más tarde, desnudos y fatigados, los dos juntos en la cama. Era ya
de noche. Él le preguntó dónde se alojaba, para llevarla en coche. Le respondió
tímidamente que todavía no había buscado hotel y que la maleta la tenía en la
consigna de la estación.
Ayer
mismo había tenido miedo de que, si la invitaba a visitarle en Praga, viniera a
ofrecerle toda su vida. Cuando ahora le dijo que tenía la maleta en la
consigna, se dio cuenta de inmediato de que en esa maleta estaba toda la vida
de ella y de que la había dejado momentáneamente en la estación antes de
ofrecérsela.
Cogió el
coche que estaba aparcado delante del edificio, fue hasta la estación, recogió
la maleta (era grande y enormemente pesada) y regresó a casa, con la maleta y
con ella.
¿Cómo es
posible que se decidiera con tanta rapidez cuando había estado casi catorce
días dudando y sin ser capaz de enviarle ni siquiera una postal con un saludo?
El mismo
estaba sorprendido. Estaba actuando en contra de sus principios. Hace diez años
se divorció de su primera mujer y vivió el divorcio con el ánimo festivo con
que otros celebran su boda. Se daba cuenta de que no había nacido para convivir
con una mujer y de que sólo podía encontrarse plenamente a sí mismo viviendo
como un solterón. Puso todo su empeño en organizarse tal sistema de vida que
nunca pudiera ya entrar en su casa una mujer con su maleta. Ese era el motivo
por el cual no tenía en su casa más que una cama. A pesar de que era una cama
bastante ancha, Tomás les decía a todas sus amantes que era incapaz de dormir
si compartía la cama con alguien y las llevaba a todas a medianoche a sus
casas. Por lo demás, la primera vez que Teresa se quedó en su casa con la
gripe, nunca durmió con ella. La primera noche él la pasó en un sofá grande y la
noche siguiente se marchó al hospital, donde tenía su despacho y en él una
camilla que utilizaba durante las guardias.
Pero
esta vez se durmió a su lado. Por la mañana se despertó y comprobó que Teresa,
que aún dormía, lo tenía cogido de la
mano. ¿Habrían estado así durante toda la noche? Le parecía difícil creerlo.
Ella
respiraba profundamente entre sueños, apretaba su mano (con fuerza, no fue
capaz de lograr que se la soltara), y la maleta enormemente pesada estaba a su
lado, junto a la cama.
Temía
intentar que le soltara la mano, por no despertarla, y con mucho cuidado se dio
media vuelta hasta apoyarse en un costado para poder observarla mejor.
Volvió a
imaginar que Teresa era un niño al que alguien había colocado en un cesto
untado con pez y lo había mandado río abajo. ¡No se puede dejar que un cesto con
un niño dentro navegue por un río embravecido! ¡Si la hija del faraón no
hubiera rescatado de las olas el cesto del pequeño Moisés, no hubiera existido
el Antiguo Testamento ni toda nuestra civilización! Hay tantos mitos que
comienzan con alguien que salva a un niño abandonado. ¡Si Pólibo no se hubiera
hecho cargo del pequeño Edipo, Sófocles no hubiera escrito su más bella
tragedia!
Tomás no
se daba cuenta en aquella ocasión de que las metáforas son peligrosas. Con las metáforas
no se juega. El amor puede surgir de una sola metáfora.
Pienso
en Tomás desde hace años, pero no había logrado verlo con claridad hasta que me
lo iluminó esta reflexión. Lo vi de pie junto a la ventana de su piso, mirando
a través del patio hacia la pared del edificio de enfrente, sin saber qué debe
hacer.
Se encontró
por primera vez a Teresa hace unas tres semanas en una pequeña ciudad checa.
Pasaron juntos apenas una hora. Lo acompañó a la estación y esperó junto a él
hasta que tomó el tren. Diez días más tarde vino a verle a Praga. Hicieron el
amor ese mismo día. Por la noche le dio fiebre y se quedó toda una semana con
gripe en su casa.
Sintió
entonces un inexplicable amor por una chica casi desconocida; le pareció un
niño al que alguien hubiera colocado en un cesto untado con pez y lo hubiera
mandado río abajo para que Tomás lo recogiese a la orilla de su cama.
Teresa
se quedó en su casa una semana, hasta que sanó, y luego regresó a su ciudad, a
unos doscientos kilómetros de Praga. Y entonces llegó ese momento del que he
hablado y que me parece la llave para entrar en la vida de Tomás: está junto a
la ventana, mira a través del patio hacia la pared del edificio de enfrente y
piensa:
¿Debe
invitarla a venir a vivir a Praga? Le daba miedo semejante responsabilidad. Si
la invitase ahora, vendría junto a él a ofrecerle toda su vida.
¿O ya no
debe dar señales de vida? Eso significaría que Teresa seguiría siendo camarera
en un restaurante de una ciudad perdida y que él ya no la vería nunca más.
¿Quería
que ella viniera a verle, o no quería?
Miraba a
través del patio hacia la pared de enfrente y buscaba una respuesta.
Se
acordaba una y otra vez de cuando estaba acostada en su cama: no le recordaba a
nadie de su vida anterior. No era ni una amante ni una esposa. Era un niño al
que había sacado de un cesto untado de pez y había colocado en la orilla de su
cama. Ella se durmió. Él se arrodilló a su lado. Su respiración afiebrada se
aceleró y se oyó un débil gemido. Apretó su cara contra la de ella y le susurró
mientras dormía palabras tranquilizadoras. Al cabo de un rato sintió que su
respiración se serenaba y que la cara de ella ascendía instintivamente hacia la
suya. Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiró como si quisiera
llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó que ya
llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De pronto tuvo la
clara sensación de que no podría sobrevivir a la muerte de ella. Se acostaría a
su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa imagen hundió en ese
momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permaneció así
durante mucho tiempo.
Ahora estaba junto a la ventana e invocaba ese
momento. ¿Qué podía ser sino el amor que había llegado de ese modo para que él
lo reconociese?
Pero
¿era amor? La sensación de que quería morir junto a ella era evidentemente
desproporcionada: ¡era la segunda vez que la veía en la vida! ¿No se trataba
más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha
tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir
amor ante sí mismo? ¡Y su subconsciente era tan cobarde que había elegido para
esa comedia precisamente a una pobre camarera de una ciudad perdida, que no
tenía prácticamente la menor posibilidad de entrar a formar parte de su vida!
Miraba a
través del patio la sucia pared y se daba cuenta de que no sabía si se trataba
de histeria o de amor.
Y le dio
pena que, en una situación como aquélla, en la que un hombre de verdad sería
capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado
al momento más hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su
cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte).
Se
enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante
natural que no supiera qué quería:
El
hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene
modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas
posteriores.
¿Es
mejor estar con Teresa o quedarse solo?
No
existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor,
porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin
preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo.
Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la
vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la
palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la
preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un
boceto para nada, un borrador sin cuadro.
«Einmal
ist keinmal», repite Tomás para sí el proverbio alemán. Lo que sólo ocurre una
vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es
como si no viviera en absoluto.
Y es verdaderamente estúpido, por que de repente después de guardar todo este dolor, volví a llorar por este recuerdo, es solo eso, un recuerdo, me atormentan diario pero ese dia volví a llorar, por que simplemente ya no puedo concebir una vida sin ella, tantas personas en el mundo y solo una persona me hizo tan feliz que no supe que hacer y lo perdí todo...
Solo hay presente, no hay futuro, día a día es lo mismo, no veo mas lejos de lo que tengo frente a mi. El deseo sigue siendo fervoroso pero aun no termino lo que tengo pendiente, aun no es suficiente... ya no hay un retorno posible... ya ha pasado poco mas de un año...
Te adoro igual que a la bóveda nocturna, ¡Oh vaso de tristeza, gran taciturna! Y te amo tanto más, bella, cuanto más me huyes; Y cuanto más me pareces encanto de mis noches, Irónicamente aumentar la distancia Que separa mis brazos de la inmensidad azul. Avanzo en los ataques y trepo en los asaltos Como junto a un cadáver un coro de gusanos, Y amo tiernamente, bestia implacable y cruel, Incluso tu frialdad, que aumenta tu belleza.
Yo amo el recuerdo de esas épocas desnudas, En que Febo se complacía en dorar las estatuas, Cuando el hombre y la mujer en su agilidad Gozaban sin mentira y sin ansiedad, Y, el cielo amoroso acariciándoles el lomo, Desplegaban la salud de su noble máquina. Cibeles, entonces, fértil en frutos generosos, No estimaba sus redes un peso muy oneroso, Pero, loba de corazón henchido de ternuras vulgares, Amamantaba al universo con sus pezones morenos. El hombre, elegante, robusto y fuerte, tenía el derecho De mostrarse orgulloso de las beldades que le llamaban su rey; ¡Frutos puros de todo ultraje y vírgenes de grietas, Cuya carne lisa y firme atraía las mordeduras!
El Poeta actualmente, cuando quiere concebir Estas nativas grandezas, en los lugares donde se dejan ver La desnudez del hombre y de la mujer, Siente un frío tenebroso envolver su alma Ante este negro cuadro lleno de espanto. ¡Oh, monstruosidades llorando su vestimenta! ¡Oh, ridículos troncos! ¡torsos dignos de máscaras! ¡Oh, pobres cuerpos retorcidos, flacos, ventrudos o fláccidos, Que el dios Utilitario, implacable y sereno, Niños, los fajó en sus pañales de bronce! ¡Y vosotras, mujeres, ¡ah!, pálidas cual cirios Que roe y que nutre el libertinaje, y vosotras, vírgenes, Del vicio materno arrastrando la herencia. Y todas las fealdades de la fecundidad!
Nosotros tenemos, es verdad, naciones corrompidas, De los pueblos antiguos, bellezas ignoradas: Rostros corroídos por los chancros del corazón, Y como quien diría bellezas de la languidez, Pero estas invenciones de nuestras musas tardías No impedirán jamás a las razas enfermizas Rendir a la juventud un homenaje profundo, -¡A la santa juventud, al aire simple, a la dulce frente, A la mirada límpida y clara como un agua corriente, Y que va derramando sobre todo, indiferente Como el azul del cielo, los pájaros y las flores, Sus perfumes, sus cánticos y sus dulces colores
No se como se puede llamar a esto que siento desde que estaba con ella hasta esta mordaz ausencia, sólo se que después de ella no quiero a nadie más... Aunque los días que me quedan estén pintados con una intensa amargura, sólo ella llena todos los espacios, aunque sólo me quede el recuerdo.
Cada día es más pesado, no se como puedo seguir viviendo así, las cosas carecen de sentido, he dejado de hacer tanto, me he alejado de todas las personas que llamaba amigos, deje de salir, deje de cocinar, tanto he abandonado...
Las pocas cosas que hago se entremezclan, pasado y presente coviven a diario en mi, algo existe que une más dos cosas, aún me cuesta tanto contener el llanto...
Extraño tanto esos viejos días, extraño a esa persona, pero no hay más que hacer, vivir en esta tortuosa realidad es lo que me queda, a mi que me he tendio que ver reducido, sin fuerzas sigo el camino más arrastrándome por las pocas cosas que me atan a la vida, pero... ¿Hasta donde serán el motor? Sin duda algún día habré de parar...
— A partir de aquí creo que hay un laberinto complicado.
—Sí, es cierto —dijo el hombre-oveja—. Yo también tengo la impresión de que hay un laberinto. Pero no estoy muy seguro. ¡En fin! Ya nos las ingeniaremos.
Al oírlo, me sentí algo inquieto. El peligro de los laberintos radica en que, hasta que no avanzas un buen trecho, no sabes si has elegido o no el camino correcto. Y cuando llegas al final y te das cuenta de que te has equivocado, ya suele ser demasiado tarde para retroceder. Ese es el problema de los laberintos.
Simplemente no puedo dejar de pensar en ella, de sentir lo que siento por ella, el corazón sigue encogiéndose cada que pienso en ella, la extraño. Como quisiera que no se hubiera atravesado en mi camino, el mundo que ella me mostró sólo existe mientras ella esta presente, antes era vivir por vivir, ahora sin ella es una vida carente de sentido, sin futuro, sin nada...
Mis planes se atrasan demasiado, las cosas que últimamente han sucedido han logrado que todo perdiera el ritmo, sin embargo la sita est hecha y es algo que tiene que hacerse, dejar los menores problemas posibles es la meta, al final sólo su nombre y su recuerdo estarán conmigo.
Ya casi est por cumplirse un año de la última vez que supe de ella, he olvidado la fecha exacta y eso duele... La extraño tanto...
Se puede decir que técnicamente mi vida continúa y es cierto, me muvo y trabajo pero es un andar sin sentido, aleje a la mayoría de las personas a mi alrededor sólo quedan muy pocas personas en mi vida, ante su ausencia recordé que ya estaba sólo, el que ella no este acentuó todas las diferencias que hy entre los que me rodean y yo, estar rodeado de personas y sentirse sólo ya no era opción, mejor simplemente estaba sólo, con ella podía hablar de todo sin barrera alguna, a ella le importaba y no me criticaba, era todo un complemento, jamás había sentido algo así, extraño tanto hablar de todo con ella.
Extraño su presencia y que pudiéramos hacer cosas juntos que a nadie más le importaba, me esforzaba en que nos llenaran a los dos, esperó haber hecho si quiera eso bien, aunque ella no esta el mundo no tiene límites, pero ella era dirección, y yo ayudaba a empezar el camino. No hay metas sólo el día a día, ese interminable caminar sin sentido, mi nueva realidad.
No puedo negar que hay días que incluso puedo decir que soy feliz pero algo crece profundamente en mi, un vacio que tenía nombre, pero poco a poco ese vacio se traga el nombre y deja heridas, no importa lo que haga sigue y sigue creciendo, no puedo escapar a ese fatídico destino, alguien tan ruin como yo sólo tiene ese posible final.
Amor, obsesión o necesidad ya no se que hay en este extrañar y necesitar, pero el que este lejos de su vida es lo mejor que pude hacer, no había nada más por hacer, no niego tantas veces que he querido ir a su encuentro, pero que podría decirle, que podría ofrecerle, ya no tengo nada... Puedo hacer que las cosas sucedan, pero me faltan metas y objetivos, no soy para nada una opción para caminar a su lado, alguien que siempre mira tan lejos, siempre estaba detrás de ella sin poder alcanzarla, como ahora...
La semana pasada después de evitar a todo mundo durante 6 meses decidí ver a mi mejor amiga de nuevo, me dijo que me extraña y quería saber de mi, había cambiado mi número de celular pero al parecer es difícil mantener las cosas en secreto, de cualquier forma fui a verla, honestamente lo necesitaba, deseaba hablar con alguien.
Me incómoda mucho el estar rodeado de gente, ya no lo soportó, fuimos a un bar, ver a las demás personas felices es un peso enorme que no toleró, volver a fingir sonrisas, comonlo detesto, para ser alguien que debe tratar con personas es irónico que odie la convivencia.
Su vida se ha movido mucho desde la última vez que nos vimos, la mía no ha evolucionado la gran cosa, al menos para mi, el hecho de que este estudiando una segunda carrera parece darle ánimos de que estoy saliendo adelante poco a poco, nada más errado, cuando llegue el momento la soga acabará con todo. Pero como lo sospeche, aborrece que siga penando en ella, que la soga queriendo, pero que puedo hacer si así son las cosas, la plática no llegó a mucho, terminamos hablando de su vida y sus problemas. Con que cara le doy consejos si mi vida va a la deriva... Otra ve sentí que su vida (o la de cualquier otra persona) es más importante que la mia, otra vez la máscara, así como ella, nadie va más profundo, nadie ve la verdadera tristeza, nadie ve el camino al patíbulo.
La hipocrecia que es mi vida pronto se vende abajo.
Simplemente no puedo, no importa el tiempo que pase dejar de sentir este dolor en el pecho, su ausencia es un gran vacío que no se llena, cualquier actividad parece insignificante ante el vacío. Mi energía la dedicó a no pensar, a no sentir, a no soñar, a no tratar, también resulta insignificante, día a día estoy tan cansado, y no es suficiente, jamás lo es.
Un día un recuerdo, una sonrisa y una lágrima que ahogar en la ausencia, luchando contra mis deseos de buscarla, la tristeza parece ser lo único latente. Mi soledad sofocante es la expiación de mis errores y el daño causado, una muerte lenta ante la impotencia del descanso definitivo.
Sea amor o capricho, el dolor es palpable, el hastío domina mis pasos.
Puesto que el Hades no existe, seguramente estás allí, último hotel, último sueño, pasajera obstinada de la ausencia. Sin equipajes ni papeles, dando por óbolo un cuaderno o un lápiz de color. -Acéptalos, barquero: nadie pagó más caro el ingreso a los Grandes Transparentes, al jardín donde Alicia la esperaba.
Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.
Hoy pase por el local donde fui a envolver los regalos de navidad que le di, el corazón se volvió a hacer añicos, por poco no pude contener las lagrimas, quizá si hubiese ido solo no hubiera podido mas que tirarme de rodillas y sucumbir al llanto. ¿Cuanto tiempo ha pasado ya? No tengo ni idea, el tiempo para mi dejo de ser significativo mas que en lo inmediato y en lo cotidiano... aun espero, espero lo que jamas ha de pasar, espero en sueños, espero despierto, espero desesperado, espero... solo espero...
Como quisiera volver a ver tu sonrisa mientras veías tus regalos, la culminación de mi esfuerzo, lo que jamas había hecho por nadie, tu lo merecías (y lo sigues mereciendo), es tarde, el infierno se alimenta de viejas alegrías y el olvido se alimenta de tu nuevo amor, que envidia.
Pensar que un yo destrozado podía quererte, que soberbia...
Y al final del día esto empeora, mi cabeza es sólo un mar turbulento, las ideas van y vienen, el recuerdo persiste, hasta el momento sólo esa idea hace vibrar mi corazón, el camino ya esta planteado...
Esta semana ha traído consigo la desesperación a niveles graves, a pesar de cierto tiempo de tranquilidad todo se volvió a desquiciar, ataques de pánico diarios, esas terribles ganas de llorar, de buscar, de saber de ella, el apabullante cansancio, el maldito insomnio...
Nada ha cambiado todo sigue siendo negro en el horizonte, pero ¿por que justo esta semana todo se vino encina de nuevo? Tanta desesperación y tanto que me falta por hacer para por fin dar el paso final, las cosas se han ido complicando.
Pasan los días y algo siempre viene a la memoria pero ha sido mas vivo estos días, tantos recuerdos, ya no se que hacer para no pensar en ella, nada hace vibrar mi corazón como para que pueda decir si quiera un día, ayer no pensé en ella, nada... Sólo es un continuó pensar y esperar (¿esperar que?).
El mundo sigue girando y yo voy marcha atrás rumbo a la auto destrucción, sin nadie a mi lado será más fácil, espero con ansias el día en que el último recuerdo sea de ella y al fin pueda volver a llorar, mi última lágrima al amor de mis días, a mi amor ausente, a mi amor que no pudo ser correspondido.
Y de pronto recordé el ultimo día que la vi, las cosas no iban bien entre los dos, la distancia iba creciendo día a día, ya lo había decidido, si nuestros deseos jamás se cruzarían, lo mejor era decir adiós, yo solo iba a ser una carga en su vida al querer estar siempre a su lado.
So pretexto de una reciente promoción en su trabajo, planee una salida con ella, fuimos a comer y quise que fuer un di memorable antes de simplemente desaparecer, ese era el plan, sin explicaciones, solo desaparecer.
Lamentablemente ese día tome sin querer las llaves de su casa, me di cuenta después de separarnos y que yo hubiera emprendido el regreso a casa, saliendo del transporte publico, no lo pensé dos veces tenia que entregárselas, estaba bastante lejos de su casa, se había quedado sin batería no encontraba modo de contactarla, salí corriendo a la avenida mas cercana rogando encontrar un taxi que me llevara a su casa tarde un poco, al fin que encontré un taxista que me quisiera llevar hasta su casa me advirtió que iba a cobrar un cargo extra (domingo por la noche), no me importo, solo quería ir a darle sus llaves.
A cada minuto que pasaba mi nerviosismo crecía, que tal si ya no la encontraba, de que hubiera servido esta agónica espera, bajo la lluvia el transito iba mas lento, que desesperación recorría por mi, al fin me iba acercando. Finalmente llegue a la avenida que cruza la calle que va a su casa, el taxi me cobro, no recuerdo cuanto fue ni que billete le di, pero sin duda era mas de lo que había salido el viaje, salí corriendo sin esperar el cambio, solo quería verla. Salí corriendo por la calle hacia su casa, no había señales de ella, regrese corriendo a la avenida, su carro estaba estacionado, decidí esperarla ahí aunque tuviera que amanecer ahí, la encontré y le entregue sus llaves, me propuso quedarme en su casa por la hora y como estaba el clima, me negué al principio, finalmente accedí, sabía que era una pésima idea.
Pláticamos un buen rato, yo solo buscaba un pretexto de mejores días para dar marcha atrás y seguir a su lado. Al final lo supe ella también están segura de que una relación entre nosotros no era posible, y la distancia era abismal, le dije que lo mejor era separarnos, le rompí el corazón, ella no deseaba estar lejos de mi, solo creía que una relación amorosa era imposible, el tiempo paso tan lento, 2, 3 o 4 de la mañana, no se cuanto paso entre el llanto que brotaba de los dos. Al final acordamos ser solo amigos, nada mas fatal para mi. No pude dormir.
Tenia que ir a trabajar, hablamos por última vez de lo que pasaría de ahí en adelante, me dijo que deseaba que los dos tuviéramos una relación con alguien más y saliéramos juntos, como me dolió que me dijera eso, pareciera que las veces que le dije que amaba no hubieran significado nada, eso dio pie al final definitivo. No quería decir más, era lo que deseaba y el dolor solo me hubiera orillado a volver a hacerla llorar.
Me fui, días después le mande un mensaje diciéndole algún pretexto estúpido como excusa para alejarme de ella. Hice cuanto pude para no dar explicaciones y la verdad de esta separación, fue lo mejor, creo que ahora esta bien y es feliz con alguien mas, pero al final, lo fundamental es que es feliz. Si hubiera seguido en su vida además de lastimarme su felicidad, la hubiera querido volver atraer a mi y sabotear cualquiera de sus relaciones. Fue lo mejor...
Y son este tipo de días los que me dejan cada vez mas agotado. Un recuerdo basta para pensar en ella, recordarla y extrañarla a mas no poder, estoy tan cansado de esto, saber que estoy a 10 dígitos de oír su voz, a unos clicks o unos teclazos para que sepa cuanto la extraño y lo mucho que me ha hecho falta durante este tiempo, pero... Que ganaría, no hay retorno posible, las naves hace tiempo que se quemaron y llacen en el fondo de la vida.
Una sola cosa basta para desatar un mar de recuerdos, lo detesto, solo me hace caer en cuenta las emociones que tengo guardadas para quien jamas ha de volver.
Maldito día, me hizo recordar a un amigo que me dijo que volviera a tener confianza para poder encontrar a alguien mejor que ella, pero por mas que lo pienso, quizá eso sea posible, pero a quien quiero es a ella y mientras por que ella sea feliz, hoy dia, yo tengo que estar alejado, en silencio, aunque en sueños la vea, en sueños corra a su encuentro.
De verdad que odio estos días, extrañando fantasmas que me ayudan a seguir vivo, pero me hacen infinitamente desdichado...